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ELLA ES LA RESILIENCIA: CÓMO LA MODA CAMBIÓ LA VIDA DE CLEINER CABADÍAS

  • Foto del escritor: Ela Casati
    Ela Casati
  • 29 sept
  • 4 Min. de lectura
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Esta es una traducción del artículo originalmente publicado en The Vanilla Issue el 29 de septiembre de 2025. Puedes leer el artículo original aquí.


Todas las imágenes en este artículo aparecen como cortesía de Cleiner Cabadías.


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A veces tenemos golpes de suerte, buena o mala, que lo cambian todo en un segundo. A veces, es la persistencia y una sana dosis de terquedad lo que lleva a cada cual a transformar su destino. En el caso de Cleiner Cabadías es un poco de ambas cosas, junto con un talento innegable.


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Oriunda de Bojayá, Chocó, en la costa Pacífica colombiana, a los 13 años Cabadías se mudó a Quibdó, la ciudad más cercana a su pueblo, buscando oportunidades y una vida más tranquila junto a su familia. Aprendió el arte de la confección de su madre, quien era modista, y comenzó formalmente su carrera en la moda cosiendo en una tienda local a los 18 años. "Cuando la gente me veía, le decían a la dueña del negocio que yo no les iba a tocar la ropa, que la iba a dañar", recuerda entre risas. "Igual era yo la que cosía, y cuando las señoras llegaban, se probaban [las prendas] y el tallaje les quedaba como debía ser. Entonces así fui creciendo, gracias al respeto de los clientes. El boca a boca es súper importante."


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En 2015 tuvo su primera exposición a la industria nacional y a los medios en Medellín, gracias a un periodista local que llevó su historia a las masas. Ella recuerda ese día con nostalgia y humor a la vez. "Yo nunca había visto tantas cámaras en mi vida. Quedé en shock, la lengua se me pegó, a mí se me olvidó cómo me llamaba. No es que [los periodistas] me intimidaran, trataron de ayudarme, pero no fue posible." A pesar del traspiés inicial, los artículos se publicaron en la prensa nacional y llamaron la atención de agencias gubernamentales, que le ayudaron a visitar la capital del país en 2016.


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La colección que llevó a Bogotá en esos momentos, así como otras posteriores, fue inspirada en los pueblos originarios de la selva en el Chocó, la biodiversidad de la zona y la necesidad de utilizar sobrantes de tela de prendas hechas anteriormente de una manera responsable. "Yo tengo tres líneas en mi marca: la línea de fiesta para eventos como graduaciones, 15 años y matrimonios, que es la que más se vende en mi región. Con los sobrantes de esas prendas salen otras, que confirman la segunda línea que es más sostenible. Por último, tengo la línea étnica, que es la que más me ha dado a conocer en el país. Aunque no es la que más dinero me da, hay muchísimo público para ella, haciéndola bien hecha y con amor."


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Sin embargo, y como suele ser el caso con las industrias creativas en Colombia, este trabajo no siempre se vio recompensado adecuadamente: "Yo vendía muy barato", afirma Cleiner sin titubear. "No se trataba de hacer un buen trabajo, porque siempre lo he hecho bien, pero no alcanzaba para [cubrir] los gastos. Pasábamos mucho trabajo, pero la ventaja es cuando los medios le dan importancia a uno, lo elevan a uno y lo empiezan a respetar. Los mismos clientes que nos rechazaron, al vernos en TV corrieron a comprar nuestras carteras y ya el precio era otro. Si las quieren, tienen que pagar por ellas."


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Pensando en que la moda de su región se dé a conocer de la misma forma en que lo logró Silvia Tcherassi, uno de sus grandes referentes, Cleiner enfatiza la necesidad de crear un sistema de educación correspondiente. "El talento en el Chocó es inmenso en todas las áreas, pero no existe en dónde estudiar una carrera de moda. Antes, al trabajo manual, a la modistería, no se le daba respeto [como trabajos serios], y aún hoy la mayoría de los chocoanos quieren ser doctores, ingenieros, abogados, cirujanos... de hecho, hace poco empezaron a haber carreras de estudios ambientales."


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Ante tal panorama, ella defiende lo crucial de ser auténtico: "Tenemos que ser originales, diferentes, no olvidar de dónde venimos. La primera colección que hice se llamó Memoria de Campo, dibujé las figuras del campo en las prendas, la selva, los ríos. Hice una pasarela en un sendero ecológico en Tutunendo, un pueblo del Chocó. Me gusta ser diferente porque al que es como todo el mundo, nadie lo ve."


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Finalmente, Cleiner Cabadías resalta la creatividad como un valor central: "Yo le digo a todo el mundo que estudie diseño de modas, que pinte. Es un trabajo que te divierte, una terapia para la mente." Y tampoco duda en darle oportunidades a quienes las merecen y necesitan: "Tuve una niña de 13 años que se quedaba mirando mi taller cuando pasaba, decía que quería aprender, así que hablé con su mamá y la recibí como ayudante. Ella empezó recogiendo recortes de las telas para que entendiera que esto es un proceso y que aprendiera poco a poco. Un tiempo después me dijo que se había decidido a estudiar diseño de modas."


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Con satisfacción, concluye que la vida ha premiado la fe con la cual apostó por sí misma y por su talento: "Yo la he pasado bien. Gracias a esto he viajado, me divierto mucho con lo que hago." Y remata diciendo: "Si la gente va a recordarme, que sea como alguien que cruzó la línea y pudo superar muchas dificultades. Que sepan que podemos recuperarnos y que cuando superamos la adversidad es porque algo mejor nos espera."



 
 
 

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